Angus

23 Abr


Cuando la fuerza bruta se une a la técnica, al carisma, y a la pasión rockera, no se la puede parar. Ni siquiera décadas de automatismo, la pérdida del hambre, de la frescura, pueden mermar a un mito así.
Angus es ACDC. Angus sostiene al grupo, con sus pantalones cortos de colegial maléfico, y construye el mito, el cliché incluso, como construye muros de Riffs.
Lo tópico antes de ser tópico, el auténtico e indómito hard rock antes de la modorra heavy, el peligro antes del conformismo industrial.
Lecciones de cómo ser una estrella del rock y no acabar muerto o haciendo el ridículo. Vender el alma pedazo a pedazo, y ganarla concierto a concierto, planificandolos con una escenografia precisa y con un trasfondo de batalla que ganar.
Olvidar el sonido primario y poderoso como el eco de un dios electrico borracho sería negarle a Angus su totémica figura de medium, su papel de traductor a los guitarrazos pesados de todo un mundo de tinieblas e incertidumbres. Energía, sexo y confusión. Cuando ACDC hicieron su música menos incierta, se volvieron previsibles.
Es el salto al vacío, sin red, lo que les hizo grandes, en los tiempos en que el género no era un guión a seguir, porque ellos estaban fabricando el género.
Fueron banderas que ondear y carreteras que explorar.
El infierno es lo de menos si hay buena música. El infierno de verdad es AOR.

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