Pasaron muchos años de frío y miedo y la lluvia del tiempo no logró empapar el coraje de una mujer íntegra…
«Y lo metieron en la cárcel y aquel hombre extraño besaba las paredes de barro, besaba los barrotes, besaba a su carcelero, besaba la ración de comida que le daban todos los días, el jergón en el que dormía… besaba el suelo y el techo. Puesto que veían las autoridades que no recapacitaba que no cambiaba su conducta y decidieron ponerle fin y ejecutarle pues aquel hombre por ser así era extraño y peligroso.
Así fue, y besó a los ejecutores y besó las balas que le mataron. Le enterraron en una loma en lo alto y desde aquel día y desde el cielo los pájaros descubrieron que al mundo le habían nacido labios.»
(Silvio Rodríguez)
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