Un amigo me propone un juego, comentar un cuadro a elegir de un pintor determinado. Me tocó Rene Magritte. La elección obvia hubiese sido el de los amantes, envueltos en telas, que sólo pueden besarse sin verse realmente. Muy a lo Slavoj Zizek.
He elegido este por razones incluso más oscuras, referenciales. David Lynch sin duda conocía este cuadro al rodar una de las escenas más tenebrosas de Twin Peaks. Sin desvelar demasiado, el agente Cooper , con una imagen por cierto idéntica a la de este sujeto, se enfrenta a un reflejo en el espejo realmente terrorífico.
Porque los espejos no muestran la realidad tal como es, sino invertida. Izquierda es derecha. Lewis Carroll imaginó todo un mundo al otro lado. Casi podemos esperar a que la imagen nos guiñe un ojo cuando nosotros no lo hacemos.
En el cuadro, la perspectiva es de alguien que contempla lo que parece ser su propia espalda, en realidad la visión de un tercer personaje que lo contempla a él desde atrás (¿Magritte? ¡No! Nosotros mismos, espectadores)
Si los amantes necesitan estar ciegos al otro para poder amar, aquí el reflejo que vemos de nuestro propio ser no es más verdadero. Lynch volvería a jugar con representación y realidad en Lost Highway. En este cuadro, Magritte, Edward Hopper y Lynch convergen. La pregunta es…quién hay detrás de nosotros, espectadores que contemplamos el cuadro.
Una pregunta que es tanto como cuestionar: ¿Quiénes somos realmente?
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