Hace 75 años un capitán de barco decidió que había que salvarlos. A los que fuera posible.
«Cuando ciertos europeos se dan cuenta del negocio del exilio latinoamericano, cambian de rostro extrañamente, vacilan, palidecen como si recorrieran pavores de la infancia. Luego recobran seriedad, recomponen su estar, reconocen que la solidaridad es necesaria y, sobre todo, mutuamente solidaria. De la sangre de muchos sacarán un artículo o dos, alguna cátedra o sueldito. Lo cual carece de importancia.»
(Juan Gelman)
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