Terry Gilliam es aquello que Ridley Scott soñó con ser. Porque Ridley lo hizo una vez. Pero Gilliam lo hizo una y otra vez: crear universos. A tumba abierta aunque significara crearse una fama de ruina entre los productores.
Hoy es el cumple de Gilliam, alguien que empezó en el arte, la animación y el humor, formó parte de lo mejor del humor absurdo, Monty Python, y sin dejar de dibujar creó dibujos de celuloide con ojos que aún hoy son de niño.
Más quijote que Alonso Quijano, siguiendo la estela de otro apestado para el negocio de vender entradas, Orson Welles. La imaginación de Terry es febril prodigiosa e igual nos entrega perfección como en la distópica Brazil, como momentos de delirio y delicia, fellinianos en su imperfecto ensamblaje, como su Munchausen.
Pero Gilliam sigue siendo un hombre y su lápiz combatiendo el hecho de que la luz en movimiento que es el cine requiere de mucho más que imaginación y grafito, es luz cara, que se plaga de aspectos pragmáticos que estorban al soñador.
Soñar y vivir, a menudo nos convierten en benditas contradicciones.
Hoy los storyboards de Gilliam.
Sí hay un puñetero storyboard de cuando estuvo implicado en Watchmen seguro que es mejor que la película entera de Snyder. Tengo pendiente The Zero Theorem, a ver que tal.
Pobre Scott, prometía el buen hombre eh? Los hay que deberían haberse retirado hace mucho tiempo, pero ahí siguen, truño trás truño, una pena después de haber parido alguna que otra maravilla, de ellas no queda nada en sus posteriores intentos. En cambio de Gilliam, siempre, siempre queda algo, aún en sus aventuras fallidas.