Bill Murray en el funeral de Elvis, dedicando una sonrisa de soslayo, siendo moderada y elegantemente provocador. Esta poderosa imagen resume muy bien la capacidad innata de Murray para imprimir grandes cantidades de su carisma personal a los personajes que trata, «murrayzándolos». Lo que en otro actor sería un problema serio de limitación de registros, en Murray es sencillamente su manera de servirse del idilio que tiene no ya con la cámara, sino con la audiencia, la complicidad que teje totalmente sin esfuerzo (es casi doloroso ver cómo su talento fluye de forma tan sencilla) desde sus tiempos en SNL.
Para muchos de mi generación Murray es sencillamente parte de nuestra infancia, es el clown serio, que era (y es) sin embargo capaz de transformarse en el cómico físico e impredecible.
Atrapado en el tiempo o atrapando ectoplasmas, dando discursos de navidad, o jugando juegos mentales con Richard Dreyfuss (magistral y olvidada ¿Qué pasa con Bob?) Murray ha ido adoptando una pose más flemática, pensando evolucionando de acuerdo a su edad, hacia un modelo más tendente a un Keaton. Envejeciendo como un buen vino.
Felicidades Bill.
“Nothing prepared me for being this awesome. It’s kind of a shock. It’s kind of a shock to wake up every morning and be bathed in this purple light.”
“It’s hard to be an artist. It’s hard to be anything. It’s hard to be.”
(Bill Murray)
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