«Cuando subía la escalera se encontró de improviso, en un recodo, con Llana Alice, que bajaba. Ahora no había en el rostro de él ninguna sonrisa idiota; ni tampoco ella se reía ahora sin ton ni son. Al acercarse el uno al otro, los dos acortaron el paso; pero ella, después que, encogiéndose y apretujándose, hubo pasado junto a él, no siguió de largo, sino que se volvió a mirarlo. Fumo se había detenido un escalón más arriba, de modo que sus cabezas se encontraban en la relación estipulada para los besos de película. Con el corazón palpitante, arrebatado de temor y felicidad, y la cabeza zumbándole con la orgullosa certidumbre de una cosa segura, la besó. Ella le respondió como si también para ella se hubiese corroborado una certeza, y allí entre los cabellos y los labios y los largos brazos que lo envolvían, Fumo incorporó al exiguo acervo de su saber un valiosísimo tesoro.»
(Pequeño, Grande; John Crowley)
Foto de Robert Doisneau
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