«No sé quiénes tendrían que producirnos más horror: si los del «Caiga quien caiga», los del «Aquí va a haber que tomar una determinación» o los del «Esto lo arreglaba yo en veinticuatro horas». ¡Dios, pero qué tenebrosamente españolas suenan estas frases! ¿Qué tradición de rencor inextinto, de maldad infligida o padecida, ha podido dejar en el alma de los españoles un poso tan siniestro? ¿Qué ha podido marcar a fuego semejante impronta, para cuyo espíritu no se me ocurre ahora ningún nombre más propio y expresivo que el de «mentalidad sumarísima»?
Sin embargo, a veces parece entreverse en tales actitudes, al menos en la tertulia del café, un elemento de histrionismo: mostrarse sumarísimo, bramar henchido de santa indignación, reiterando el testimonio de cuán acérrimamente enemigo se es de la gentuza, suena también, afortunadamente, a un viejo y gastado número de teatro malo.»
(Sánchez Ferlosio)
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