
Personalmente, por supuesto, me arrepiento de todo. No de una palabra, ni de una acción, ni de un pensamiento, ni de una necesidad, ni de una pena, ni de una alegría, ni de una chica, ni de un chico, ni de una duda, ni de una confianza, ni de un desprecio, ni de una lujuria, ni de una esperanza, ni del miedo, ni de una sonrisa, ni de una lágrima, ni de un nombre, ni de un rostro, ni de un tiempo, ni de un lugar, nada de lo que no me arrepienta, extremadamente. Una ruina, de principio a fin.
(Beckett, Watt)
Deja una respuesta