Reivindicación del presente

22 Mar

«La nostalgia es una emoción peligrosa, tanto porque es incapaz de actuar en el mundo real como porque se desliza muy fácilmente hacia el odio y el resentimiento contra aquellos que nos han arrebatado nuestro Edén».

  • Carolyn G. Heilbrun

Tanner ha analizado la compulsión actual hacia la nostalgia, sus efectos políticos. Es un terreno resbaladizo que responde más a la impotencia del presente que a los supuestos días dorados del pasado, y tiene el poder narcotizante y paralizador, contra-revolucionario, y entregado a la romantización y falsificación de los días que ya no volverán.

Los momentos, como las personas, nacen para morir, y su sentido es convertirse en pasado, quedar consumidos, y más allá de honrarlos y recordarlos para aportar su experiencia y su valor, no se les hace honor en reverenciarlos y demorarse acríticamente en la bucólica añoranza.

Todas las noches (morir, dormir, tal vez soñar) perecemos en el fuego del sueño, y nacemos con la mañana, manteniendo una cierta coherencia, pero siendo otros (teniendo el derecho a ser otros, con olvidos, renuncias, cambios, miradas nuevas).

Tener un blog es en ocasiones una oportunidad para acceder a esos otros que fuimos. Mirando los archivos no me acabo de reconocer en los textos supuestamente más personales, más allá de ciertas afinidades y sensibilidades, listas de lecturas o visionados. Veo a un joven edgy, con ganas de epatar, sin empatía, lleno de prejuicios, de rabia de masculinidad tóxica casi incel, que se narcotiza buscando los rincones de brumas etílicas, y narrando una pálida versión del malditismo mal concebido de una bohemia en verdad timorata. Las calles no fueron nuestras para conquistarlas sino para arrastrarse penosamente en ellas tratando de calmar un dolor privilegiado.

Y los discursos de provocación cultural, así como las críticas negativas que desatan las pasiones tristes, un patético intento de llamar la atención. Ese escritorzuelo indeciso, sin rumbo en la vida, sin oficio o beneficio, es más digno de lástima que de nostalgia. Y las ventajas de contar con tiempo, o con un panteón de amigos y amados muertos menos nutrido, ventajas desperdiciadas. La juventud se cura con la edad, y la vejez con la muerte, pero la nostalgia no es el diálogo que creemos con la época de antaño y con los ausentes espectros cuya ausencia nos es presente en todo momento.

Crecer, progresar, es hacerse cargo, pasar a ocuparse de una lista interminable de cosas, tareas, personas, vínculos, responsabilidades, movimientos del corazón, podemos creer que queremos volver a los días de menor carga, pero entonces no seríamos quienes somos, perderíamos esa ganancia que tanto trabajo ha costado, invertida en volvernos mejores, en aspirar a ser aquellos que en potencia siempre pudimos ser. Y todavía podemos ser. Renunciar a la nostalgia es apostar por un presente que sueña un futuro que en cualquier caso finaliza de forma triste y abrupta, pero que debemos reclamar, sembrar el momento de porvenir para poder reivindicar, sin nostalgia, el hoy, en un futuro, como un pasado que estuvo lleno de sentido, sin añoranza.

Creo en crecer, creo en luchar por la utopía y por la construcción y la mejora personal y de la sociedad.

El resto es reclamar el polvo improductivo de los rincones menos fértiles de un trastero desvencijado lleno de recuerdos embellecidos de un pasado que no fue mejor, sino sólo peor comprendido.

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