A principios de febrero se cumplieron 50 años de la publicación de Surrealistic Pillow, de Jefferson Airplane. Esta banda fue una de las más importantes de la escena hippie de San Francisco, junto a Love y Greateful Dead.
Se trata del segundo album de la banda, y, como en el caso del Forever Changes de Love, del mismo año, se trata de un avance gigante respecto del debut.
Habían fichado a Grace Slick, una de sus teloneras junto a The Great Society, amiga de Jerry García de los Greateful y de Janis Joplin, y ésta traía bajo el brazo el tema «Somebody to Love» y raudales de carisma y presencia. Grace fue junto a Joplin una aparición que rompía la masiva saturación masculina en el rock. Grace Slick es una fuerza magnética, con una arrolladora personalidad, que rompía esquemas en el papel subordinado de la mujer en la revolución cultural de los sesenta.
Somebody to love, White Rabbit o My best friend fueron éxitos, mientras el grupo se consolidaba en el ambiente contracultural de Haight-Ashbury. La experimentación con drogas, el radicalismo político, el idealismo, la oposición a Vietnam, llevarían al grupo hasta el que para un servidor es su mejor disco, Volunteers (1969), con una carga mucho más radical.
Tan radical que, Grace ex compañera de estudios de la hija de Nixon, invitada a la Casa Blanca, planeó junto al único y ubicuo activista Abbie Hoffmann añadir LSD al té del presidente. La mera presencia de Hoffmann en el ambiente sirvió para disuadir a la Casa Blanca de invitación alguna.
Personalmente, los sonidos de San Francisco representados por The Byrds, CSNY, Love, o Youngbloods (no Greateful Dead), forman parte de una etapa de obsesión musical muy determinada, al igual que la contracultura de los 60s sigue fascinándome en sus contradicciones, batallas, y derrotas.
Jefferson Airplane personifican algunos de estos efectos: Colapsaron rápidamente al entrar en los 70s. Las drogas, las filosofías New Age, la falta de dirección y calidad musical, el alejamiento de la realidad, la falta de reciclaje y de estar a la vanguardia, los problemas personales y creativos, la vorágine de la industria, los cambios en un público que a su vez había roto con la contracultura y había abrazado o el conformismo o el nihilismo, hacen que todo lo posterior a Bark (1971) sea básicamente basura.
Con distintos nombres, pulularon por los 70s y 80s como una mera parodia de si mismos, en un registro AOR (Adult Oriented Rock) que, sin la grandilocuencia genuina, grotesca y juguetona de un Journey o REO Speedwagon, ni la intuición comercial de Fleetwood Mac (tal vez su perverso legado, sus hijos putativos) se quedaba en un esfuerzo estéril y patético de alguien que ha perdido el pulso artístico.
Irónicamente, la única banda de San Francisco que no me gusta demasiado, son los que más fieles siguieron a si mismos, más dignos: Greateful Dead.
Pero nos queda este magnífico almohadón surrealista, y esa Grace Slick rebelde, fuerte, determinada, valiente, de presencia hipnótica, voz firme. Himnos de amor, cambio, paz.
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